11 febrero 2025
Académico e investigador en neurociencias de la Universidad de Cambridge, fue uno de los expositores en el Congreso Futuro 2024. Aprovechamos su participación para conversar sobre cómo la salud cerebral se ve afectada por el cambio climático. A medida que la crisis climática global continúa generando condiciones extremas como las olas de calor, señaló que las políticas públicas tendrían que responder adecuadamente a estas nuevas realidades.
Tristan Bekinschtein ha centrado su investigación en los mecanismos cerebrales que subyacen a los estados de consciencia y la percepción. Asimismo, ha contribuido al entendimiento de cómo el cerebro procesa la información durante el sueño y los estados de vigilia. En su opinión, la falta de preparación de las comunidades frente a las olas de calor extremo y la ineficacia de las intervenciones gubernamentales, son cuestiones que deben ser abordadas con urgencia. Más de sus opiniones, en la siguiente entrevista.
”En términos de salud cerebral, tradicionalmente se pensaba que el cerebro estaba muy protegido, al punto de que se consideraba que todo lo que se encontraba fuera del cráneo sufría más impactos que el propio cerebro. Sin embargo, con el tiempo y los avances en la investigación, hemos descubierto que no es completamente cierto. Pequeños cambios externos pueden tener un gran impacto en la salud cerebral.
Con el advenimiento del cambio climático, un problema central reconocido por los investigadores es la falta de estabilidad que genera cambios extremos en todo el mundo. Por ejemplo, pueden ocurrir fríos severos en zonas cálidas o calores intensos en regiones frías, e incluso temperaturas extremas en áreas habitualmente cálidas. Estos cambios provocan un estrés fisiológico significativo, lo cual resulta en daños corporales. En este contexto, el cerebro es especialmente sensible, mucho más de lo que se pensaba anteriormente.
La principal afectación se encuentra en la capacidad del cerebro para adaptarse fisiológicamente a estos cambios, es decir, en su plasticidad neuronal. Esta plasticidad generalmente disminuye cuando existe un estrés considerable, como el causado por el cambio climático.
Quizás lo más preocupante es la falta de preparación de las comunidades frente al cambio climático. El verdadero problema no es solo el calor intenso, sino que este provoca escasez de agua debido a la falta de preparación de los sistemas de acuíferos y la ausencia de planificación gubernamental para enfrentar estos desafíos. Esto puede resultar en sequías o inundaciones, y nuevamente, no hay medidas gubernamentales adecuadas para afrontarlas.
El principal estresor no es el calor en sí, sino el impacto que tiene en las personas, obligándolas a abandonar sus hogares, lo que puede llevar a un empobrecimiento repentino. Las personas deben dejar sus pertenencias, enfrentarse a la posible pérdida de sus casas, tener menos acceso a alimentos y abandonar su vida cotidiana y empleos.
Para abordar el cambio climático, es necesario invertir en mejorar las capacidades de los sistemas para resolver estos problemas y establecer políticas para mitigar sus efectos. No basta con participar en conferencias internacionales y establecer metas para 2030, ó 2040.
Por lo tanto, se deben realizar ambas acciones: enfrentar el problema actual mediante mejoras en infraestructura y procesos preventivos, y reducir el consumo energético del planeta para ser más eficientes. A nivel cerebral, el efecto secundario más importante del cambio climático es la falta de prevención, no el cambio climático en sí”.
”Creo que hay dos puntos centrales a considerar. Cuando enfrentamos situaciones de estrés, especialmente debido a cambios externos como el cambio climático, las personas afectadas directamente experimentan un impacto significativo. El estrés generado por el cambio climático es intenso y es más eficaz abordarlo mediante mejoras en la infraestructura social que simplemente implementando programas de salud mental, ya que esto último trataría sólo las consecuencias y no las causas.
Sin embargo, es necesario actuar en ambas direcciones, es decir, reducir el estrés mediante cambios estructurales y ofrecer tratamiento para ayudar a las personas a recuperar una vida normal y ser miembros activos de la sociedad. No me refiero al uso de fármacos. Proponer medicamentos para manejar el estrés implicaría asumir que este problema se resuelve fácilmente con farmacología, lo cual no es cierto. La solución radica en programas de terapia psicológica comunitaria, similares a los que ya implementan muchos gobiernos para otras situaciones. Aunque el Estado tiene experiencia en esto, la farmacología definitivamente no es la respuesta adecuada en estos casos.
Además, tanto jóvenes como adultos que se preocupan por el daño al planeta pueden sufrir ansiedad relacionada con el cambio climático, incluso si no se ven directamente afectados. A pesar de que Chile es un país relativamente estable en términos de cambio climático, la ecoansiedad es alta entre los jóvenes chilenos, incluso entre aquellos que nunca han experimentado un impacto directo. Esto indica la necesidad de actuar preventivamente lo antes posible. Por lo tanto, no solo debemos considerar a quienes se ven afectados directamente, sino también a aquellos que no lo están”.
”Hay dos aspectos fundamentales a considerar. Aunque el cuerpo humano es muy resiliente, y es cierto que puede soportar y recuperarse de un gran estrés, eso no significa que regrese a su estado original sin secuelas. Existe una diferencia entre resistir y resistir sin consecuencias. Las personas pueden enfrentar estrés postraumático, problemas fisiológicos y otros efectos.
Por ejemplo, si una comunidad tiene un nivel de polución moderado, podría parecer poco significativo, pero después de 40 años, el efecto acumulativo es enorme. Esto puede resultar en una generación de personas de 40 o 50 años con la salud y fisiología de alguien de 70 años. La fuerza laboral puede acabar estresada y con problemas de salud debido a la subestimación del impacto durante décadas. Es un error creer que solo los efectos agudos son importantes.
Es crucial prestar atención a los efectos crónicos, que son más comunes pero menos visibles, como lo fue la presión arterial alta en el pasado, conocida como el "asesino silencioso" de los ancianos. Nuestro mundo está lleno de alérgenos, patógenos y ahora de estrés externo, que deben considerarse a largo plazo. Debemos actuar preventivamente en colaboración con científicos, no solo neurocientíficos y profesionales de la salud, sino también expertos en cambio climático.
Este diálogo continuo entre neurocientíficos y otros científicos es esencial para adaptarnos a un mundo cambiante. Si los neurocientíficos se limitan a su campo sin considerar los cambios globales, corren el riesgo de quedarse en un enfoque anticuado, como en el siglo XIX, cuando la educación universitaria era exclusiva y limitada en su perspectiva.
Cualquier política pública que considere la salud de los trabajadores reconoce su importancia tanto para la producción como para la sociedad en general. Sin embargo, con la llegada de gobiernos de derecha, se observa en Europa que esta medida en España ha sido criticada, al igual que en algunas regiones de Francia, bajo el argumento de que reducirá la producción al otorgar descansos a los trabajadores durante olas de calor.
Curiosamente, estos mismos países, generalmente anglosajones, permiten días libres a los trabajadores cuando hay nevadas intensas. Esto refleja una doble moral clásica en Europa, donde se tiende a ver como algo negativo que en España se tomen siestas o se alargue el tiempo para comer, asociándolo erróneamente con pereza.
Es esencial comprender que es peligroso e ineficaz trabajar a temperaturas de 40 grados entre las 12 y las 4 de la tarde, y que la siesta responde a una necesidad más que a una tradición cultural. De manera similar, en el norte, cuando oscurece temprano, se reduce la jornada laboral porque la noche comienza a las tres de la tarde. Es importante ser coherentes en la interpretación cultural. Si ya se han identificado las medidas necesarias, debemos hacerlas más flexibles e implementarlas de manera efectiva desde una perspectiva gubernamental”.
Hemos comenzado a comprender mejor, desde una perspectiva cognitiva y neurocientífica, los efectos de la resiliencia y las vulnerabilidades relacionadas con el cambio climático. En particular, en regiones cercanas a Talca, donde las personas están expuestas a pesticidas, estos factores se combinan para crear un estresor significativo. Las intervenciones deben basarse en métodos tradicionales, adaptándolos a las circunstancias actuales, sin necesidad de reinventar la rueda. Estas intervenciones incluyen medidas gubernamentales para mejorar la salud general de la población, como cambios estructurales o proyectos de obra pública, y acciones para reducir las plagas que surgen con el cambio climático y las variaciones de temperatura.
Además, es crucial implementar políticas con impacto cognitivo directo, como campañas de concienciación y cambios en las leyes locales, que pueden tener importantes efectos. La tercera estrategia clave es colaborar con las comunidades para comprender los efectos locales. Chile tiene la ventaja de contar con líderes locales claramente definidos, lo que facilita la identificación de problemas específicos y la adaptación de estrategias generales del Estado a las necesidades particulares de cada comunidad. Dada la diversidad climática del país, no se puede aplicar una solución uniforme en todas las regiones. En este contexto, es esencial dialogar con las comunidades y aprovechar la experiencia de expertos locales. Afortunadamente, Chile cuenta con universidades e institutos en casi todas las regiones, lo que ofrece una valiosa oportunidad para colaborar con investigadores locales”.
El Congreso debe legislar continuamente en respuesta a las problemáticas de los ciudadanos. Actualmente, es evidente que el cambio climático tiene repercusiones a nivel social, cerebral, cognitivo y psicológico en diversas comunidades. Los legisladores son conscientes de que no se puede aplicar una política uniforme para todas las regiones debido a sus diferencias. Aunque no estoy al tanto de las leyes recientes en Chile, hay medidas simples que se pueden implementar. Por ejemplo, en el proyecto en el que trabajo sobre pesticidas, se utilizan en Chile productos prohibidos en Europa debido a su peligrosidad. Basta con revisar los informes europeos para entender por qué son peligrosos.
Si publico un estudio junto a investigadores chilenos confirmando problemas cognitivos, neuronales y fisiológicos causados por estos pesticidas en regiones como Talca, simplemente estaríamos corroborando lo que ya se conoce en Europa. El argumento de que las condiciones son diferentes no se sostiene, ya que las similitudes fisiológicas son claras. Este debería ser un paso inmediato hacia la implementación de cambios basados en evidencia científica local y concreta. Además, se estudia la resiliencia cognitiva y neuronal en diversas poblaciones, y en Chile hay grupos de investigación activos en este campo. En uno o dos años, es probable que haya informes detallados con recomendaciones científicas para el Congreso sobre cómo abordar la resiliencia en situaciones vulnerables, respaldados por fondos nacionales y subsidios”.
”Doy un ejemplo concreto. En algunas regiones desérticas del África subsahariana, se llevaron a cabo experimentos de implementación estatal para mejorar las viviendas rurales. Se realizaron cambios tecnológicos simples en los techos de estas casas, que no solo ayudaron a regular la temperatura interna en relación con la externa, sino que también permitieron recoger humedad. Inicialmente, utilizaron plásticos y materiales especiales, pero luego lograron emplear materiales locales.
La investigación sobre esta solución local fue muy inteligente, ya que evaluaron si las comunidades podrían adoptar esta nueva idea sin enfrentar un cambio cultural significativo. Parte del éxito se debió a que algunos investigadores eran líderes locales, lo que facilitó la implementación de esta técnica que mejoró la temperatura interna y recogía agua. A veces, las soluciones no necesitan ser complejas o tecnológicamente avanzadas; la creatividad humana puede ofrecer respuestas eficaces y sencillas. Este caso es un ejemplo de tecnología low tech y extremadamente eficiente.
Consideremos lo que sucedió en Chile hace algunos años con la introducción de estufas de leña. Aunque eran eficientes para calentar alimentos, no siempre eran adecuadas para calentar las viviendas de manera efectiva. En algunas comunidades chilenas, el fuego abierto se prefería porque permitía calentar tanto la comida como el hogar. Esto demuestra que no existe una solución única para todos. Por ello, es crucial contar con investigaciones, así como con el apoyo de líderes locales y gubernamentales, para adaptar las soluciones a las necesidades específicas de cada comunidad”.
Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl
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