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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Australia y las olas de calor: una alerta para proteger la salud

19 julio 2024

El país oceánico ha sido severamente afectado por las olas de calor en la última década, lo que ha llevado a expertos a proponer medidas para crear una cultura de preparación y concientización sobre los efectos del calor extremo en las personas. Esto se vuelve especialmente relevante en un contexto donde el costo energético y la resiliencia de las comunidades están en juego.

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A medida que el promedio de las temperaturas aumenta año a año, es fundamental abordar los efectos físicos del calor, pero también problemas de salud mental que en el caso australiano han demostrado incrementos en la demanda de los servicios públicos de salud. En la siguiente nota mostraremos parte de la realidad que se vive en Australia, donde el reconocimiento del calor extremo como una amenaza aún está en desarrollo. Más detalles, a continuación.

Necesidad de una cultura adecuada para enfrentar las olas de calor

”Australia debería nombrar las olas de calor con nombres de personas, tal como hace España”. Esta es una de las recomendaciones que hizo Rob McLeod, gerente de políticas de la ONG Renew en un estudio elaborado en conjunto con Energy Consumers Australia, para habilitar una cultura del calor, donde las comunidades se preparen adecuadamente frente a eventos de altas temperaturas. Esta iniciativa produciría un efecto similar al que ocurre con los ciclones.

Pero también, el informe explica que el elevado costo de la energía, hace que el aumento del consumo durante las olas de calor impacte severamente la resiliencia. De manera tal que la adaptación es fundamental, no solamente para evitar los efectos del calor, sino prevenir los graves impactos de las elevadas temperaturas en la salud de las personas.

Y es que Australia es uno de los países que más ha sufrido con las intensas olas de calor en los últimos años. Aunque el llamado “Black Summer se registró en el verano entre 2019 y 2020, el aumento considerable de las temperaturas comenzó a notarse en todas las estaciones del año a partir de 2013 según el Consejo Australiano por el clima. Pero también en Brisbane entre 2010 y 2012 sufrió altas temperaturas que afectaron la vida de sus habitantes.

Un artículo de Hannah Manson explica que en el país oceánico las olas de calor no solamente están aumentando en frecuencia, sino también en cuanto a su duración. Esto como parte de los efectos del cambio climático. Pero también, estos fenómenos han producido incrementos significativos en la demanda de servicios de salud y mortalidad. Entre las condiciones de salud que más se han visto afectadas son las cardiovasculares, renales, respiratorias, pero también mentales y conductuales.

Desde esta perspectiva, las personas mayores, las niñas, niños y adolescentes, son quienes más sufren, sin embargo la vulnerabilidad se exacerba cuando a esta condición etaria se suman factores como enfermedades de base, bajos ingresos, viviendas en malas condiciones y aislamiento social. Aunque residir en áreas rurales es considerado uno de los factores de riesgo, también el no contar con un entorno social adecuado y no solamente tener un aire acondicionado.

Según cifras entregadas en el artículo, recogidas de la Organización Mundial de la Salud, entre 1998 y 2017 se registraron 166 mil muertes debido a las olas de calor. Aunque no entregan detalles sobre esta cifra en Australia, sí hacen recomendaciones en cuanto que la mitigación de impactos, señalando que los servicios de salud tienen que estar mejor preparados a nivel comunitario, pero también la utilización del Factor de Exceso de Calor (EHF de Excess Heat Factor), que es un indicador para dar cuenta de la severidad del calor, incorporando variables históricas, promedios de temperatura, entre otros.

Efectos en la salud mental

Otro de los efectos nocivos de las olas de calor extremos en la población es la salud mental. Esta es una situación que se viene advirtiendo desde hace más de una década. Un artículo de Alana Hansen publicado en 2008 estudió el impacto en la ciudad australiana de Adelaide, obteniendo como resultado que durante los peaks de calor por sobre los 27,7 grados, se incrementan en un 7,3 por ciento las admisiones hospitalarias por trastornos mentales y conductuales.

La demencia, trastornos neuróticos y estrés son parte del repertorio de los problemas de salud mental que se ven afectados cuando se producen olas de calor que no son comunes. Si bien Adelaide tiene una ubicación cercana a la costa hace que tenga un clima más moderado, sus veranos son largos, calurosos y secos, y las temperaturas que superan los 40 grados ocurren solamente durante pocos días al año. Para 2008 el promedio de días sobre dicha temperatura era de tres.

En tales jornadas, aumentaron las muertes en el grupo etario comprendido entre los 65 y 74 años, pero que además tenían esquizofrenia y trastornos delirantes. Por ello, el estudio sugiere poner atención en la mejora de la gestión y el cuidado de las personas con enfermedades mentales para evitar que se produzca un aumento en la morbilidad, pero también la mortalidad psiquiátrica, sobre todo en consideración de que las olas de calor se vuelven cada vez más frecuentes por el cambio climático.

Este fenómeno no solo ha mostrado un incremento en su frecuencia, sino que también nos pone frente a desafíos significativos para la salud pública. A medida que avancemos en las próximas líneas, analizaremos cómo las cada vez más frecuentes olas de calor extremo en Chile, plantean la importancia de desarrollar medidas adecuadas para mitigar sus efectos en la salud de la población.

Un análisis de las olas de calor desde la perspectiva chilena

”En Chile aún no percibimos el calor extremo como una amenaza”. Esta es una de las reflexiones de Magdalena Gil, académica de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica e investigadora asociada del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), quien reconoció que hay algunos cambios en el reconocimiento de este problema, pero aún insuficientes.

En su opinión, es fundamental reconocerlo como un riesgo pronto. “Durante el verano anterior, noté un cambio en cómo se reportaba el calor en las noticias. Ahora se presenta como una amenaza: "Mañana se esperan 37 grados, tenga cuidado". Antes, esos mismos 37 grados se anunciaban con entusiasmo, como si fueran solo parte del verano. Hoy me siento más optimista porque hay una creciente conciencia sobre el calor extremo. Este es un paso esencial; si no lo reconocemos, será difícil abordar un problema que ni siquiera percibimos como tal”, explicó.

Por lo mismo, planteó que en el corto plazo es urgente desarrollar un plan de emergencia para enfrentar las olas de calor. “Ya se registran muertes relacionadas con este fenómeno, por lo tanto, la comunicación del riesgo es fundamental, pero también debemos trabajar en la mitigación. Es esencial identificar a las poblaciones vulnerables, como los adultos mayores de 65 años, especialmente aquellos que viven solos, y asegurarnos de que reciban apoyo durante los días de calor extremo. Existen medidas sencillas y económicas que podemos implementar, como alertar a los adultos mayores y recordar a la comunidad la importancia de la hidratación”, señaló.

En la misma línea, comentó que aumentar el arbolado urbano es crucial, ya que mejora la calidad del aire y la calidad de vida. “Sin embargo, plantar árboles no es suficiente, porque se necesita un mantenimiento adecuado y una ley que regule el cuidado del arbolado urbano. La ineficiencia en el cuidado de los árboles por parte de las municipalidades requiere una estrategia regional. Asimismo, es importante valorar el impacto de los árboles en la reducción de temperatura y mejora del aire para justificar su inclusión en los presupuestos. Finalmente, debemos adaptar las soluciones a cada territorio y pensar en cómo mitigar el impacto del calor en barrios específicos, complementando así las estrategias para proteger a las poblaciones más vulnerables”, sostuvo.

Los efectos psicológicos del calor extremos

Magdalena Gil es una de las investigadoras de "Calor extremo: Estrategia de gestión y medidas de adaptación para la Región Metropolitana de Santiago" y en su opinión existen pocos estudios sobre el impacto emocional y sicológico del calor en comparación con los efectos físicos en el cuerpo, sin embargo, planteó que los síntomas físicos y el estrés corporal puede tener repercusiones en la salud mental. “Mantener la temperatura corporal en 37 grados cuando el ambiente supera esa temperatura implica un alto gasto energético, lo que genera estrés físico que puede afectar el estado mental de las personas. Investigaciones han demostrado que el calor extremo puede incrementar comportamientos agresivos y violentos, como peleas y accidentes de tráfico. Un estudio en Alemania mostró que, en días de calor extremo, disminuyó la disposición de las personas a ayudar a otros, especialmente a individuos con características de inmigrantes. Esto sugiere que el calor afecta la conducta social de manera sutil, alterando la disposición a realizar actos prosociales”, destacó.

Por último, comentó que en Chile no hay estudios similares disponibles. “Aunque se está intentando investigar la relación entre el calor y la violencia intrafamiliar. Los primeros resultados indican que podría existir una relación, lo que sugiere la necesidad de tomar medidas preventivas y estar preparados para responder a situaciones de riesgo en días de calor extremo. Sin embargo, se requiere más investigación para entender mejor estos fenómenos y sus implicaciones en políticas públicas”, sentenció.

Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl


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