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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

China y Taiwán: vientos de cambio

16 junio 2008

Si bien Beijing ha estado bajo fuerte presión en el último tiempo debido a la agitación del tema tibetano y del devastador terremoto de Sichuan, también ha tenido motivos para estar satisfecho y celebrar.

Si bien Beijing ha estado bajo fuerte presión en el último tiempo debido a la agitación del tema tibetano y del devastador terremoto de Sichuan, también ha tenido motivos  para estar satisfecho y celebrar.
 

Sin duda, el hecho principal que eleva los ánimos de la dirigencia china es el cambio que se ha producido con Taiwán.

 

Esta semana se concluyeron reuniones con representantes de alto nivel que acordaron vuelos directos entre la isla y China continental y una serie de medidas que facilitan el turismo. Estas conclusiones pueden parecer prosaicas, pero precisamente son valiosas al no colocar en primer plano los temas de soberanía e integración política. Después de  casi 10 años de estar suspendidas las conversaciones, estos acuerdos expresan la voluntad de dejar en un segundo plano lo que separa, para avanzar en todo aquello que une.

 

Asimismo, se comienza a dar sustancia a la reunión sostenida por el Presidente Hu y el Vicepresidente electo de Taiwán, Vincent Sien el 12 de abril de este año. Esta reunión tuvo un alto contenido simbólico ya que era la primera vez que se producía un encuentro entre los herederos de Mao Tse-tung y Chiang Kai-shek, desde 1949.

 

Por estas razones, la prensa a ambos lados del estrecho ha sido inusualmente positiva y elogiosa al comentar estas reuniones.  Frases como “una nueva era”, “la estructura básica de las relaciones cambiará de hoy en adelante¨, “claramente se ha pospuesto el tema de la soberanía en la búsqueda de un terreno común”, “el único accidente podría ser un progreso más rápido y negociaciones con fines más amplios” marcan las editoriales en China continental y Taiwán.

 

¿A que se debe este cambio? En buena parte a que el actual líder de Taiwán, el Presidente Ma, ganó las elecciones de marzo de este año con una plataforma que promovía un camino más concilitiario y cooperativo con China continental. Al derrotar al Presidente Chen, fue derrotada también una política que promovía activamente la independencia política de Taiwán, y que había producido creciente confrontación con Beijing y alta preocupación en Washington.

 

Por cierto, el liderazgo de Beijing está satisfecho por varios motivos. Esta vez se contuvo de realizar acciones provocativas para el electorado taiwanés y que reforzaban las posturas más independentistas. La cautela dio sus frutos. Ahora tiene por delante cuatro años para realizar un amplio espacio de maniobras, que afirme la interdependencia que ya existe, que la aumente, y sobre todo para crear confianza. Esa confianza permitirá hacer pensable la oferta de “un país, dos sistemas” que China ha ofrecido a Taiwán,  o la búsqueda de otra modalidad en el perseverante objetivo de Beijing de hacer realidad “una sola China”.

 

Globalmente, la preocupación por una confrontación a gran escala iniciada a partir de Taiwán sin duda baja después de estos hechos. Las tensiones geopolíticas existentes en el sudeste asiático, en una buena parte de Asia y a nivel global tienen en Taiwán un polvorín donde estallar. De hecho, Estados Unidos, durante el 2007, realizó una fuerte iniciativa con Australia, Japón e India, en la cual bajo diferentes paraguas activó su presencia militar en la región. Estas acciones fueron consideradas en Beijing como una labor orientada no sólo a la contención de China en general, sino también en vista a una confrontación en Taiwán.

 

Después de estos hechos,  Beijing tiene motivos para celebrar, Taiwán puede respirar con tranquilidad por un tiempo y Estados Unidos puede reasignar energías a sus frentes geopolíticos más urgentes.


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