Preámbulo
NOSOTROS, EL PUEBLO DE LA REPÚBLICA DE LAS ISLAS MARSHALL, confiando en Dios, el Dador de nuestra vida, libertad, identidad y nuestros derechos inherentes, ejercemos por la presente estos derechos y establecemos para nosotros y para las generaciones venideras esta Constitución, estableciendo el marco jurídico legítimo para la gobernanza de la República.
Tenemos razones para estar orgullosos de nuestros antepasados que audazmente se aventuraron a través de las aguas desconocidas del vasto Océano Pacífico hace muchos siglos, respondiendo hábilmente a los constantes desafíos de mantener una existencia desnuda en estas pequeñas islas, en su noble búsqueda de construir su propia sociedad distintiva.
Esta sociedad ha sobrevivido y ha resistido la prueba del tiempo, el impacto de otras culturas, la devastación de la guerra y el alto precio pagado por los fines de la paz y la seguridad internacionales. Todo lo que tenemos y somos hoy como pueblo, hemos recibido como un patrimonio sagrado que nos comprometemos a salvaguardar y mantener, valorando nada más caro que nuestro legítimo hogar en las islas dentro de los límites tradicionales de este archipiélago.
Con esta Constitución, afirmamos nuestro deseo y derecho a vivir en paz y armonía, suscribiendo los principios de la democracia, compartiendo las aspiraciones de todos los demás pueblos de un mundo libre y pacífico y esforzándonos por hacer todo lo posible para ayudar a lograr este objetivo.
Extendemos a otros pueblos lo que buscamos profundamente de ellos: paz, amistad, comprensión mutua y respeto a nuestro idealismo individual y a nuestra humanidad común.