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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Japón, el país de Akihito, según Óscar Pinochet de la Barra

27 junio 2011

El diplomático y escritor es dueño de una de las plumas más lúcidas para explicar la esencia de la cultura nipona y, a la vez, dar certeras pinceladas de la historia conjunta entre Chile y Japón. Óscar Pinochet de la Barra, quien fuera embajador de nuestro país en la tierra del Sol Naciente (1971-1973), afirma que el japonés es "un pueblo posiblemente reservado, que vive modestamente en medio de la abundancia, y que labora día y noche, sin descanso, por su patria", una fórmula de éxito con pocas réplicas.

El diplomático y escritor es dueño de una de las plumas más lúcidas para explicar la esencia de la cultura nipona y, a la vez, dar certeras pinceladas de la historia conjunta entre Chile y Japón. Óscar Pinochet de la Barra, quien fuera embajador de nuestro país en la tierra del Sol Naciente (1971-1973), afirma que el japonés es "un pueblo posiblemente reservado, que vive modestamente en medio de la abundancia, y que labora día y noche, sin descanso, por su patria", una fórmula de éxito con pocas réplicas.

 

Claves de una cultura oriental

 

En "Japón, el país de Akihito", en referencia al actual emperador, Óscar Pinochet de la Barra describe escenas de completa vigencia que permiten comprender las singularidades de una cultura que, por momentos, se torna lejana, pero que desde cerca atrae irreversiblemente. “Un japonés sentado en el suelo de su casa, sobre el tatami o estera vegetal, aún fragante a campo, contempla el mundo desde un ángulo que es, indudablemente, diferente al de un occidental que se equilibra con dificultad sobre una silla, a otra altura. Muchas veces con mi esposa, en un riokán o posada japonesa, hicimos la experiencia de sentarnos en el suelo, a piernas cruzadas, y pudimos así observar, desde un situación más segura, más firme, un mundo que cobró entonces para nosotros una dimensión más realista, más tranquila, menos artificial”, cuenta el diplomático. 

A juicio del escritor chileno, la riqueza de esta nación sin materias primas reside "en el esfuerzo, en el espíritu de trabajo y en la calidad de sus habitantes. Ahí está la riqueza del Japón, en su pueblo, capaz de vivir intensamente, de gran homogeneidad racial y con elevado espíritu de sacrificio. Un pueblo posiblemente reservado, que vive modestamente en medio de la abundancia, y que labora día y noche, sin descanso, por su patria”.

Notas sobre la historia bilateral


La restauración Meiji es un período que transformó al Japón, terminando con siglos de aislamiento internacional. Reformas educacionales y políticas se sumaron a tratados comerciales: el primero fue con Inglaterra en 1894 y tres años más tarde con nuestro país. "El 25 de septiembre de 1897, el gobierno de Chile, bajo la presidencia de Federico Errázuriz Echaurren, firma el tratado de paz y amistad, siendo ministro de Relaciones Exteriores Raimundo Silva Cruz”, apunta.

El autor recrea aquellos primeros años de relaciones binacionales a través de las cartas de Luisa Lynch, la esposa del primer embajador chileno Carlos Morla Vicuña. “El primer domingo en la ciudad, toda la familia concurre a misa. Oficia un obispo y, luego de la predicación en francés, lo hace en japonés. Los chilenos se encantan con el recogimiento de los católicos japoneses. Escribe la señora de Morla Vicuña: 'Nunca he sentido una más tierna, una emoción más suave y pura'. El momento de la comunión lo pinta así: 'Las japonesitas, chiquitas todas, envueltas en velos blancos, coronadas de rosas blancas. Les siguen las más grandes y por una hora vi, con lágrimas en los ojos, el espectáculo más poético'".


En 1982, Óscar Pinochet de la Barra conoce a Ximena, una de las hijas de los Morla Lynch, quien había guardado su diario de vida de aquellos lejanos años en el país oriental. “Un día, su hermano Carlos recibió una pedrada en la cabeza. Esto se supo en palacio y el maestro de ceremonias visitó a la familia para informarse de la salud del herido, y luego se despidió. Cuenta Ximena: ‘Volvió con una preciosa jaulita de laca roja que tenía dentro un grillo y, encima de ella, las insignias de la Emperatriz. Luego sacó un papel y le leyó. Niño Carlos de Chile, valiente como todo tu país, la emperatriz del Japón te envía este amigo para que te acompañe en tu convalecencia’. Gestos como éste no podían sino conquistar la simpatía de toda la familia”.

Años más tarde, “siendo embajador de Chile tuve el privilegio de visitar a Su Majestad (Hirohito) en varias oportunidades. Es extraordinario cómo un hombre que ya es parte de la historia de este siglo, puede haber sido tan sencillo y guardar tiempo para desarrollar su inclinación por la ciencia. Era un experto en musgo, esa humilde planta en la que siempre el hombre repara. Su conocimiento de Chile era amplio; en su conversación aprecié, más de una vez, el interés por todo lo chileno, sin olvidar ni a los aborígenes que aún quedan en el extremo austral de nuestro país, ni la Antártica y sus misterios”.

 

Akihito, el emperador


"Se dice que este es el primer Emperador del Japón al que no se le atribuye origen divino. Creo que hay otra cosa más importante: es un hombre que ha visitado cerca de cincuenta países y que tiene una visión directa y moderna del mundo. Todo lo cual le permitirá hacer frente a un reinado que se anuncia de los más importantes del Japón, entre dos siglos -¡y entre dos milenios!- que verán a su país como el más rico del planeta y como el motor de la ya en marcha civilización del océano Pacífico”.

 

Desde que asumiera como emperador, Akihito ha visto cómo su país se transformó en unas de las principales potencias mundiales -incluso se pensó que iba a sobrepasar la hegemonía estadounidense-, como también ha soportado desde crisis finacieras como tragedias naturales; la más reciente fue el terremoto y tsunami del pasado 11 de marzo. Sin embargo, los japoneses han sorteado todos los obstáculos.


“Conocimos y tratamos más de una vez al príncipe Hitachi, su hermano, aficionado a las ciencias como su padre. De una conversación con él, en una comida ofrecida en su honor por el embajador inglés, nació lo que luego sería el plan de ayuda especial del gobierno del Japón al gobierno de Chile para detectar el cáncer al estómago”. El príncipe Hitachi, junto a su esposa, sería recibido por el entonces Presidente Patricio Aylwin en La Moneda, en noviembre de 1993.

“Cuando me despedí, en diciembre de 1973, le dije al jefe de protocolo que deseaba llevarme no sólo la fotografía autografiada del emperador Hirohito, sino también la de su hijo, el príncipe heredero… que un día sería, a su vez, emperador. El sonrió y me contestó que no era habitual, pero que lo haría por mí. Hoy la tengo sobre mi escritorio”, revela Pinochet de la Barra.

 

Puede encontrar esta publicación en el catálogo de la Biblioteca del Congreso Nacional.
FICHA
Título
: "Japón, el país de Akihito"
Autor: Óscar Pinochet de la Barra
Publicación: 1989
Número de páginas: 147
Idioma: Castellano


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