La derrota del Partido Democrático Liberal (LDP), en la votación de la Cámara Alta del domingo 29 de julio, es un hito que va a marcar la historia de la política japonesa.
DERROTA PLD JAPONES, SHINZO ABE DERROTADO EN ELECCIONESLa derrota del Partido Democrático Liberal (LDP), en la votación de la Cámara Alta del domingo 29 de julio, es un hito que va a marcar la historia de la política japonesa.Biblioteca del Congreso Nacional de Chile
La derrota del Partido Democrático Liberal (LDP), en la votación de la Cámara Alta del domingo 29 de julio, es un hito que va a marcar la historia de la política japonesa.
Si bien es regla general de las democracias que exista alternancia en el poder y el sistema político japonés no presenta ninguna particularidad que impida el recambio, el LDP se ha mantenido como el partido de gobierno desde 1955, con sólo un par de años de excepción.
En Chile la noticia sobre estas elecciones se concentró en la figura de Alberto Fujimori, quién, obteniendo sólo 2.000 votos, perdió su apuesta para convertirse, desde la distancia, en Senador en Japón. Ahora le depara enfrentar un proceso en Corte Suprema chilena que puede concluir en su extradición a Perú, y en un juicio por violar los Derechos Humanos.
No obstante, la candidatura de Fujimori tenía reales probabilidades de ganar ya que su partido, el New Komeito, es parte de la coalición de gobierno, que lleva más de 50 años liderando el Parlamento. Muchos fueron los políticos que se vieron sorpresivamente desfavorecidos por la gran pérdida que en estas elecciones afectó al gobierno.
Dada la situación, son muchos los análisis que intentan explicar la derrota actual ya que, si bien el LDP sigue controlando la Cámara Baja -verdadera fuente del poder, ya que es dónde se toman la mayoría de las decisiones, como la elección del Primer Ministro- estos resultados significan un vuelco en el comportamiento del pueblo japonés, que ha demostrado que su tendencia no es al cambio precisamente.
Escándalos en cadena
Revisando las causas de este quiebre, se pueden definir varias, desde las que se arraigan en la relación entre el gobierno elitista del LDP y la sociedad japonesa actual, cada día más exigente con la clase política. Hasta aquellas que ven en el gobierno anterior, el del carismático Junichiro Koizumi, una vara demasiada alta en términos de popularidad y de concordancia con la opinión pública, para los clásicos políticos conservadores del LDP.
Sin embrago y, a pesar de las circunstancias, nadie discute que el gobierno del actual Primer Ministro, Shinzo Abe, tiene mucho que decir en cuanto al desplomo de la popularidad del LDP, ya que ha sido un continuo traspié.
La llegada de Abe al mando fue absolutamente exitosa, con casi un 70% de popularidad y, siendo elegido como el heredero por el propio Koizumi, se pronosticaba como la próxima estrella de la política japonesa.
No obstante el Premier no provenía del ala más progresista como Koizumi, al contrario, pertenece a un linaje extremadamente conservador y creció en el núcleo de la élite política de la postguerra, por lo tanto su programa e ideales de gobierno distan bastante de los valores que su predecesor promulgó e instauró.
Abe comenzó su mandato colocando en el tapete una agenda política llena de objetivos que no lograron más que dejar perpleja a la ciudadanía que tenía muy claro hacia dónde iban sus demandas de reformas.
Pero a principios de febrero comenzó una verdadera cadena de conflictos y escándalos al interior de su gabinete, situaciones casi inverosímiles.
Primero dos de sus oficiales de confianza son obligados a dimitir, en base a acusaciones de malversación de fondos públicos, en contra del Jefe de Política Tributaria, y fraude electoral, en contra del Ministro de la Reforma Administrativa.
Luego el Ministro de Salud es repudiado por la opinión pública al referirse a las mujeres como “máquinas de procreación” y pocos días más tarde el Ministro de Defensa se manifiesta irreverentemente contra la política exterior de Estados Unidos, consiguiendo producir un impasse diplomático. Finalmente éste dimitió, luego de que un mes más tarde, hiciera unas declaraciones sobre la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, que enfurecieron a la población.
En mayo, el Ministro de Agricultura, Bosques y Pesca se suicidó luego de ser relacionado con un caso de cohecho. Y, con un poco más de un mes en el cargo, su sucesor fue acusado por malversación de fondos y gastos injustificados. Hace unos días tuvo que renunciar.
Todos estos escándalos, que colmaron los titulares de los diarios japoneses semana tras semana, durante meses, fueron mellando irreparablemente la imagen del gobierno y de la coalición que lo sustenta, pero no se comparan con el escándalo que ocurrió con el sistema de pensiones.
El desastre burocrático
Dos mese antes de las elecciones, el partido opositor, el Partido Democrático de Japón (DPJ), le arrojó una pequeña bomba al LDP: denunció la pérdida de 50 millones de archivos que registran a los dueños de las pensiones, una confusión que dejó las cuentas sin nombre y apellido, y a futuros pensionados sin manera de cobrar sus ahorros.
A pesar de que el “traspapelo” habría sucedido una década atrás, periodo en que se reformó el sistema, el gobierno de Abe era el responsable de manejar las consecuencias políticas del asunto, sin embargo no hizo mucho más que prometer arreglar el desastre, con una actitud despreocupada.
Además el “caso pensiones” ataca directamente el punto sensible de la sociedad japonesa actual, ya que son una población que envejece a pasos agigantados y cuyos adultos mayores están ad portas de superar a la fuerza de trabajo.
Con este panorama quizás no era difícil predecir una caída abismante en la votación del LDP, pero después de 50 años de hegemonía electoral en los que no escasearon los escándalos políticos, no era llegar y apostar.
Esta elección sin duda alguna es un precedente para el LDP, una advertencia de que se le acabo la paciencia a los nipones, y de que se espera una mejor actuación de quien ostente el gobierno de Japón.
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