El Plan Nacional de Plásticos de Australia 2021-2030 ha mostrado avances significativos desde su implementación, sin embargo, las críticas y recomendaciones recientes destacan la necesidad urgente de actualizar los objetivos y enfocarse en la reducción de la producción y el consumo de plásticos.
AUSTRALIA, PLASTICOS UN SOLO USO, POLITICAS PUBLICAS ASIA PACIFICOEl Plan Nacional de Plásticos de Australia 2021-2030 ha mostrado avances significativos desde su implementación, sin embargo, las críticas y recomendaciones recientes destacan la necesidad urgente de actualizar los objetivos y enfocarse en la reducción de la producción y el consumo de plásticos.Biblioteca del Congreso Nacional de Chile
Desde finales de los años 90, Australia -al igual que muchos países industrializados- exportaba una parte significativa de sus residuos plásticos a China. Sin embargo, esta práctica continuó hasta 2018, cuando el gigante asiático a través de su Política Nacional de la Espada (National Sword Policy) comenzó a restringiir la importación de ciertos tipos de residuos sólidos, donde se incluyen los plásticos. Esta restricción generó una crisis de residuos en Australia, ya que debieron gestionar internamente más de un tercio de sus plásticos recolectados. Más detalles de esta política, en las siguientes líneas.
Plan para la gestión de residuos plásticos
El Plan Nacional de Plásticos 2021-2030 de Australia fue elaborado con el objetivo de enfrentar el problema de los residuos plásticos que se empezaban a acumular vertiginosamente luego de la decisión de China de negarles la entrada. Un informe BCN da cuenta de cómo esta política se estableció a través de una serie de acciones dirigidas a prevenir la utilización de plásticos de un solo uso, pero también a aumentar las tasas de reciclaje, además de educar a los consumidores sobre el reciclaje adecuado.
Pero más que evitar la acumulación de residuos, el plan se desarrolló también para proteger los océanos de la contaminación plástica y fomentar la innovación e investigación en materia de gestión de plásticos. De tal manera, con una implementación que abarca desde mejorar las capacidades de reciclaje hasta desarrollar productos más sostenibles, el plan tiene la misión de mitigar los efectos nocivos de los plásticos en el medio ambiente, como también promover un cambio significativo en los hábitos de la producción y de consumo en los ciudadanos.
Así, ante este nuevo escenario, la política australiana de manejo de residuos plásticos propone cinco acciones clave para enfrentar el problema de los plásticos, de cara al 2030. Estas acciones son:
Prevención en origen:
Reducción del uso de polímeros de un solo uso a través de un diseño más sostenible
Además de el logro de cuatro objetivos para 2025:
100% de envases reutilizables, reciclables o compostables
Reciclaje o compostaje del 70% de los envases de plástico
Incorporación de un 50% de contenido reciclado en todos los envases
Eliminación gradual de envases plásticos de un solo uso problemáticos
Reciclaje y responsabilidad:
Convertir a Australia en un líder mundial en reciclaje
Creación del Fondo de Modernización del Reciclaje con AU$1.000 millones, que ya ha financiado 58 instalaciones de reciclaje de plásticos
Consumidores
Lanzamiento de la Etiqueta de Reciclaje de Australasia y la aplicación RecycleMate para mejorar la educación y las prácticas de reciclaje entre los ciudadanos
Plásticos en los océanos:
Eliminación de microesferas en productos cosméticos y cuidado personal
Implementación de filtros de microfibra en lavadoras a partir de 2030
Investigación, innovación y datos:
Desarrollo de una plataforma de visualización de datos de residuos
Subvenciones para proyectos de investigación cooperativa en el reciclaje de plásticos
De esta manera, el Plan Nacional de Plásticos se erige como una respuesta integral para no solamente abordar la crisis de los residuos plásticos, sino también proteger el medioambiente. A través de acciones estratégicas, enfocadas en la reducción del uso de plásticos de un solo uso, pero también al fomento del reciclaje y la educación de los consumidores, Australia se orienta a generar un cambio cultural en la producción y el consumo con metas claras para 2025 y 2030.
Hay avances claros, pero también desafíos
Una nota del Waste Management Review, da cuenta del caso de la empresa australiana Mecbio, que a pesar de ser el socio local de la compañía española Altero, tiene operaciones en Nueva Gales del Sur y en Victoria, además de Nueva Zelandia. Esta empresa diseña, pero también construye y mantiene instalaciones para la recuperación de residuos mecánicos y biológicos. Su especialización se centra en proporcionar líneas de clasificación y reciclaje especializado.
En consecuencia, la empresa tiene la capacidad de recuperar productos manufacturados que están en la fase final de su ciclo de vida para reciclarlos y consecuentemente fabricar nuevos productos. Esto permite que se minimicen los residuos, al mismo tiempo que se da mayor eficiencia a los materiales como el plástico.
A pesar de este caso, que muestra el éxito de una compañía que opera en consonancia con el Plan Nacional de Plásticos, las cifras muestran que aún hay camino por recorrer. Según cifras de The Australia Institute, desde el 2000 que Australia ha consumido un total de 56,9 millones de toneladas de plástico. Esto es el equivalente al peso de más de mil puentes de Sidney. Y si bien 31,9 millones de toneladas han sido eliminadas, solo 5,8 millones de toneladas se han recuperado mediante reciclaje, compostaje o valorización energética.
Según el informe de la BCN, cada año el país oceánico produce 2,5 millones de desechos plásticos, es decir, 100 kilos por habitante, de los cuales solo el 13 por ciento es reciclado, mientras que el 84 por ciento es enviado a los vertederos. Más aún, cerca de 130 mil toneladas del plástico que se consumen son vertidas al medioambiente. De manera tal que se proyecta que para 2025 el 99 por ciento de las aves marinas habrán ingerido plástico.
En respuesta de ello, durante mayo de 2024 una propuesta presentada en el Parlamento australiano mostró algunos avances -como la reducción del uso de artículos plásticos de un solo uso y mejoras en las tasas de reciclaje- pero destacó que hay áreas con importantes desafíos:
Falta de medidas adecuadas para reducir la producción y el consumo de plásticos
La reciclabilidad y disponibilidad del PET reciclado sigue siendo una preocupación, con la mayoría siendo exportado
Necesidad de una cooperación ampliada de la Commonwealth con otras organizaciones comunitarias
A esto se suma que, a pesar de la instalación de nuevas infraestructuras, como trampas para contaminantes gruesos y programas para la eliminación de microplásticos, hay territorios que aún muestran cifras bajas en materia de reciclaje. Es por ello que en respuesta a tales desafíos, el comité parlamentario recomendó actualizar el Plan Nacional de Plásticos e incluir medidas que permitan supervisar el progreso.
Además, planteó la realización de informes anuales para permitir la visualización del progreso de las acciones clave y la creación de un mercado para plásticos reciclados, especialmente en áreas regionales y remotas. Asimismo, propuso implementar un centro de procesamiento para convertir los residuos en materiales útiles para las personas, entre otras medidas.
En consideración de esta experiencia en Australia y las lecciones que se pueden extraer de su primer Plan Nacional de Plásticos, cabe la pregunta sobre la mirada que podemos tener en nuestro país sobre este proceso, tomando en consideración además el decreto que atrasa de tres a cuatro años la puesta en marcha de la ley que prohíbe plásticos de un solo uso.
Reflexiones sobre los residuos plásticos y su gestión en el caso chileno
Una mirada desde nuestra realidad nacional tuvo Mark Minneboo, director regional de Plastic Oceans Internacional, quien planteó cuáles son las principales barreras tecnológicas y logísticas para aumentar la capacidad de reciclaje de plásticos. “Chile presenta una geografía muy particular en comparación con otros países, donde la logística no representa un desafío tan grande. A este reto logístico se suma el desafío económico. En el ámbito del reciclaje, son las empresas privadas las encargadas de llevar a cabo esta labor. Si no existe un modelo de negocio viable para ellas, será complicado acelerar la expansión de la capacidad de reciclaje en el país. Actualmente, gran parte de la infraestructura está concentrada en Santiago o sus alrededores, lo que es un gran obstáculo”, señaló.
Además, afirmó que la tecnología por si sola no puede resolver la distancia de 1500 a 2000 kilómetros entre Santiago y las regiones del norte o del sur. “Es fundamental enfocarnos en soluciones tecnológicas a escala local. Por ejemplo, en el caso del reciclaje de plumavit, que es casi puro aire, resulta poco rentable transportar este material desde el sur hacia Santiago para su procesamiento. En cambio, sería más eficiente eliminar un 90 por ciento de aire localmente, compactarlo y luego enviarlo a Santiago para su tratamiento. Este enfoque local podría ser clave para enfrentar uno de los mayores desafíos que tenemos como país, buscando soluciones que hagan el reciclaje no solo viable, sino también económicamente sostenible”, agregó.
Asimismo, en comparación del caso australiano donde hay un plan en funcionamiento desde 2021, en nuestro país se postergó la puesta en marcha de la ley. “Es lamentable que su implementación se haya postergado por 18 meses, una situación que podría haberse evitado. El argumento principal que llevó a esta decisión fue que el Ministerio de Medio Ambiente no había finalizado el reglamento correspondiente. Esto parece estar relacionado con procedimientos y trabajos que, por alguna razón, no se completaron a tiempo. Ahora nos encontramos en esta situación, con 18 meses adicionales para continuar nuestro trabajo y promover el cambio, como hemos estado haciendo durante los últimos tres años. Sin embargo, también debemos identificar posibles obstáculos”, sostuvo.
Uno de los problemas es que la ley regula a los locatarios, prohibiéndoles entregar ciertos productos, mientras que sus proveedores aún pueden venderlos. “Esta inconsistencia ha generado confusión, ya que muchos locatarios no son expertos en la legislación y dependen de la información que reciben de sus proveedores. Por ejemplo, un propietario de un local se centra en vender y atender a sus clientes. Si un cliente pide comida para llevar, lo más probable es que utilice un contenedor ofrecido por su proveedor sin tener tiempo para investigar si cumple con la ley”, explicó.
Además, comentó algunas complicaciones en la entrega de información. “Si un proveedor asegura, por ejemplo, que mil contenedores de plumavit cumplen con la normativa, ¿quién podría rechazar esa oferta? Es poco probable que el locatario se tome el tiempo de verificar en múltiples páginas web si esa afirmación es cierta. Aquí vemos un área gris y un potencial problema significativo que deberíamos abordar pronto para evitar más confusiones respecto a productos como los contenedores o aquellos que se presentan como biodegradables pero carecen de certificación. Hasta la fecha, estos productos siguen circulando en el mercado sin que nadie pueda confirmar si realmente cumplen con criterios de compostabilidad o biodegradabilidad”, afirmó.
En la misma línea, comentó algunas de las propuestas de la ley. “En cuanto a lo que sucede dentro de los locales, no hablamos de innovaciones en materiales, sino de un cambio hacia el uso de productos reutilizables. Aquí, el enfoque está en modificar la logística de los restaurantes y expendios de comida, así como en la forma en que sirven a sus clientes. Es fundamental buscar modelos exitosos en otras partes del mundo que ya hayan adoptado sistemas reutilizables. En muchos restaurantes, por ejemplo, se utilizan vasos de vidrio, cubiertos y platos de cerámica, lo que refleja el objetivo de esta ley. Por tanto, no es necesaria tanta innovación, sino un cambio en la logística y, posiblemente, la instalación de sistemas para lavar estos utensilios. Este es el gran reto que enfrentan, especialmente los restaurantes de comida rápida. Afortunadamente, existen soluciones eficientes que utilizan menos agua que el lavado manual”, explicó.
En cuanto a la comida para llevar, afirmó que sí se requiere cierto grado de innovación. “No podremos seguir utilizando plásticos desechables tradicionales, que provienen en su mayoría del petróleo -98 por ciento de la producción mundial de plásticos-. Por lo tanto, debemos enfocarnos en ese pequeño dos por ciento donde encontramos soluciones alternativas. Muchos de estos plásticos provienen de fuentes renovables y son biobasados, aunque no todos son compostables. Dentro de ese dos por ciento, hay un porcentaje que si podría cumplir con los requisitos futuros de la ley”, dijo.
De tal forma, comentó que la innovación no solo debe centrarse en los materiales que deben ser compostables según el futuro reglamento, sino también en la creación de modelos logísticos más sostenibles. “No se trata simplemente de sustituir un desechable por otro; es necesario mirar hacia el futuro y considerar quiénes pueden ser los socios en este proceso. Nuevas startups y empresas están surgiendo en todo el mundo para conectar a restaurantes y consumidores, encargándose de toda la logística relacionada con los envases retornables y su posterior lavado”, sentenció.
Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl
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